Por cuestiones de la vida, me tocó aplicar un examen... Ya sé, yo qué? Pero durante dos horas, me senté del otro lado y no pude negar recordar lo que pasé cuando era estudiante. No entendía, cuál era la necesidad del mundo en evaluarnos y compararnos entre nosotros Qué nefasto es empezar desde pequeños una competencia intelectual.
Desde chiquita odié los exámenes, odiaba la escuela, odiaba levantarme temprano, odiaba que me calificaran de la misma manera que a todos y que a su vez tuvieramos que saber lo mismo (tener un mismo nivel), además era horrible llegar con tus calificaciones a casa y demostrarle a tus papás que no te interesaba, y peor aún escuchar sus comentarios de "Seguro a María no le fue tan mal" o "Yo sé que tú puedes dar más".
La primaria era fácil, sobre todo cuando hacías bien tú tarea. Si tenías el cuaderno impecable ya tenías el 6 asegurado, de ahí para arriba todo era ganancia.
En la secundaria las cosas se empezaban a complicar. De por sí empezábamos a lidiar con la estúpida pubertad como para agregar que la escuela se convirtiera en un campo de batalla para todos aquellos que odiabamos estudiar. Las tareas ya no valían tanto y las evaluaciones eran más seguidas. Las materias se complicaban; ya no era lo mismo las matemáticas con ábaco y materiales (porque soy orgullosamente Montessori) a las matemáticas sin nada... Tenías que aprender a usar los dedos y con suerte una calculadora. Dejabas las sumas y las restas por la raíz cuadrada, "la gran tortura". Eso no sonaba tan mal hasta que veías que los números no eran exactos!. Los símbolos aumentaban y aprendimos el término "Ecuación".
Íbamos dejando los inicios de la pubertad, cuando llegabamos muy decididos a la preparatoria pensando que todo lo malo ya había pasado y que cualquier obstaculo que nos pusieran lo podríamos esquivar, alguien nos miró, rió y dijo - JAJA, TONTOS!
Ahora estabas mucho más evaluado que antes, te exigían más porque ya eras una persona consciente. Un error y conocerías una nueva palabra que se conoce comunmente como "extraordinario". Nadie quería pasar por un extraordinario y mucho menos repetir año. Todos tus amigos estarían una generación arriba de ti, que nefasto AAAHHH!!
No recuerdo algún examen en donde no me pusiera nerviosa: Manos sudadas, mirando para todos lados, buscando que Margarita o Ángeles (Las más perras) dirigieran su mirada por unos segundos para poder ver las hojas del que tuviera junto y saber si yo estaba bien, o si debería cambiar mi respuesta. Recuerdo mover mis pies, cambiar de posición, (ay, ya se me durmió la pierna) déficit de atención (Qué desayuné hoy?, Me lavé los dientes?), Ah, si...El examen, ya me quedan 40 minutos. Es que Ángeles no me quita la mirada. Ya se dio cuenta que no sé nada, me va a quitar el examen!. Estoy mordiendo la goma del lápiz, (Ya me quedan 15 minutos, EN QUÉ MOMENTO?!) y por mucho que te dijeran que contestaras lo que sabías, siempre creías que lo que sí contestaste, estaba mal. Ya resignado con el tiempo encima, entregas el examen (Ojalá Ángeles se apiade de mi y me pase).
Hasta la fecha no entiendo como no tuve un ataque de pánico debido a un examen.
Habré copiado muchas veces, ni las recuerdo, pero sí me acuerdo de mi primer acordeón. Todo mundo usaba hojas chicas (las escondían en la goma. Escribían en el lápiz, en el tenis) pero yo recuerdo que usé hojas media carta y que las puse abajo del examen... Pasaba la hoja y regresaba como si estuviera viendo mis respuestas y las preguntas. Me senté hasta adelante del otro lado de la mesa del profesor (Materia: Biología. Grado: Segundo de secundaria) y saqué 9.
En la carrera creo que copié una vez y todo porque la pregunta no la había entendido...Me cacharon, de hueva. La buena onda es que no me quitó el examen y eso que medio nos odiábamos.
En el examen que apliqué me di cuenta todo lo que ven los maestros. Por dos horas estuve analizando y creo haber atinado quien sabía y quien no, así mi análisis:
1. El inseguro. Es el que para todo decía que no...movía la cabeza en modo de negación. Nada le parecía, esperaba la respuesta divina. Regresaba a la pregunta, no estaba seguro...Borraba y repetía todo el proceso, ufff pobre.
2. El que parece que sabe pero quién sabe. Es el que escribe mucho, se ve seguro, tiene cara de serio. Parece que estudió, de los primeros que entrega, (Uy, como odio eso. Después de que uno entrega la presión aumenta, sabes que ya no tienes mucho tiempo).
3. El que cuestiona todas las preguntas. Para estar seguro de lo que va a contestar, prefiere preguntar.
4. El que está más estresado por el tiempo que le queda. Se queda mirando al piso, a la pared, a la puerta...Lee la pregunta de nuevo, repite. Ve que le quedan 30 minutos y empieza a contestar todo el examen, es en serio?
5. El que sí sabe. Yo creo que todos los maestros se dan cuenta quien sí sabe. Cuando estás enfrente de ellos, ven como descargan toda la información en las hojas y se liberan de ellas. Tienen todo controlado, lo saben, están seguros pero leen de nuevo por si las dudas. Tal vez regresan y cambian de opinión, tal vez así la dejan...No terminan pronto porque se dan el tiempo de analizar todo el examen, si algo les faltó o si pusieron algo de más, los odio!
Después de toda esta tortura por la que pasamos desde primaria, no puedo dejar de pensar que desde chicos, conocimos el término "Fracaso". ¿Cuál era la necesidad de hacerte sentir menos?, por supuesto no es el objetivo pero así se siente. Los papás pedían mejores calificaciones y era nuestro deber entregarlas. Después de muchos años y la nueva ola de educación que tenemos como "ya no calificar en rojo" porque los niños se estresan, me hace pensar que las nuevas generaciones son más propensas a la depresión, y a la presión por no fracasar, ¿ya se dieron cuenta? Entre la sobreprotección de algunos padres, el bulling y los abusos de algunos profesores con sus alumnos, no entiendo al final qué pasará con la educación de éste hermoso país. Después de todo eso, agradezco la generación que me tocó, no hubiera podido con tanto y es que hasta en la carrera, recibíamos el tachón de una plantilla que llevabamos trabajando horas, dolía pero al final así era la dinámica, repetirlo de nuevo.
Ojalá se hayan acordado como yo de lo difícil que es crecer y lo divertido que es recordarlo.
Gracias,
Dian
Ojalá se hayan acordado como yo de lo difícil que es crecer y lo divertido que es recordarlo.
Gracias,
Dian
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